Honda CRF 250 2014 – Trail en Vietnam 1/2
Un auténtico juguete tragalotodo, es increíble cómo esa horquilla de suspensión es capaz de pasar por encima de casi cualquier cosa y transmitirte a la mano un mínimo bache, consiguiendo que la sensación de control sea impecable.
Tenía la duda, ¿podría una 125 con dos personas y un mínimo equipaje? realmente no iba a ser necesario ni la mitad de lo que le exijo a una moto en los viajes habituales, ni un gran par, ni buena punta, ni protección aerodinámica, ni siquiera demasiada comodidad. En este caso, la decisión era toda mía, no iba a haber prisa, sólo quería una respuesta decente, una moto con la que me sintiera a gusto. ¿La diferencia? dinero, ni mucho ni poco, duele, pero dolería más fallar en la elección de la moto ya que no iba a tener muchas oportunidades de hacer algo así en la vida.
El destino iba a ser tres días de danza carretera/trail por los alrededores montañosos de Hanoi, Vietnam. Mi chica y yo y un guía que se conoce la zona como la palma de la mano, pero no era capaz de asegurarme si bastarían con 125cc o se me quedarían cortos y merecía la pena pagar más por una mejor experiencia.
Vídeo de la nave de Cuong Motorcycles:
Vídeo de algunas fotos, imposible poner todas aquí:
La noche antes nos acercamos a su nave industrial, Cuong tenía allí nada menos que 6 jeeps de cuando “la guerra con américa”, como allí la conocen (se han peleado durante siglos con China, Japón, Mongolia, Francia y un larguísimo etcétera, con lo que los yankis son sólo un enemigo más en la historia). Motos tenía a patadas, Honda XR 125, Honda CRF 250, Ural 650, Ural 650 con sidecar y una larga lista de motos medio desmontadas, clásicas, de campo, etc. Sí, Ural, he dicho Ural, ¿por qué no elegiste la Ural, maldito paquete? Las Ural aguantan muy bien en campo, pero son muy pesadas, poco ágiles y bastante incómodas por lo que me contó el mismo Cuong. Según él son motos para “gente mayor”. Claro, a mí me encantaría probarlas (y más con sidecar), pero para darme una vuelta, no para hacer un viaje de tres días por carretera, campo y barro.
Así que Cuong me instó a que me diera una vuelta rápida en la moto que eligiera a ver cómo andaba de soltura y experiencia. En el último momento elegí, the two fifty, please!! A la mierda, si lo vamos a hacer lo hacemos bien. Vuelta breve y entrega de camiseta, pantalones (marca BMW Motorrad grises, desmontables, muy guapos por cierto), casco, guantes y bolsa de espeleología para el equipaje. Estábamos en marcha, mañana será el día. Por la mañana nos recoge en su jeep y desde las afueras comenzamos la ruta. Nos movemos entre el terrible tráfico de motos de Hanoi y conseguimos salir a carretera. La moto se mueve inquieta entre las scooters y se siente su potencia, muy superior al resto de habitantes de la vía. Tras eternos kilómetros de rectas, comenzamos a pueblear. Aparecen los baches y los charcos con aguas a más de 40º que queman los tobillos. Una vez más me siento incómodo: está muy bien que nos den pantalones, pero echo de menos una chaqueta e incluso unas botas o algo que me protegiera los tobillos. No sólo “quema” el agua de los charcos, la placa protectora junto al estribo toma temperaturas muy altas y en cuanto me descuido me estoy chamuscando el tobillo derecho, ya que llevo deportivas. Deportivas que no verán un día más, las dejé en la puerta de la nave el último día: estaban reventadas. El primer día hacemos mucha carretera, por la tarde recorremos una zona montañosa de curvas, diría que bastante rápido (esa sensación da la moto). Sin apuradas de frenada pero con buena inclinación, sobre todo para conducción en pareja y con ruedas de tacos. Cuong va delante conduciendo con una mano y la GoPro en la otra 🙂
Sobre mis habilidades por lo marrón, yo había dicho que no había problema en cuanto a experiencia en viajes largos en moto y lo que quisiera por carretera. En campo poca leche, mucha bici de montaña pero nula experiencia en moto. Llegado un momento se detiene y se mete en la cuneta de piedras sueltas y barro. Ha estado todo el día medio lloviendo y todo está mojado. Vuelve a preguntarme por mi experiencia y vuelvo a decirle lo mismo. Asustadillo, le pregunto si es muy difícil este tramo. Respuesta: Sí. Pues vamos despacito y ya vamos viendo. Lo que vino después fue una explicación que no entendí hasta mucho más tarde que me lo contó mi chica (el inglés de este hombre es jodidamente terrible). Íbamos a bajar diez kilómetros por campo hasta el homestay, donde haríamos noche. Si no habría que volver por la carretera dando un buen rodeo.
Un par de vídeos del primer día:
Tercero:
Tiramos monte abajo y aquello era difícil: piedras sueltas con barro era la parte fácil, la más complicada era cuando pisábamos roca, redondeada y mojada (estaba lloviendo) cuesta abajo. El derrape de la rueda trasera no me importaba, lo que sí me preocupaba era cuando deslizaba de lado la delantera, cosa que ocurría muy, muy a menudo. Mi principal miedo era caerme y que mi chica se hiciera daño, al fin y al cabo en este follón la he metido yo y nunca me lo perdonaría. La posible caída sería a muy poca velocidad, pero el suelo estaba cubierto de piedras de distintos tamaños (nada de barro blandito), arbustos de zarza y, a la derecha, un terraplén montaña abajo. El sendero que bajábamos era de los divertidos en bici, pero técnicamente jodido. Ahí va mi lista de excusas: no tengo experiencia con algo tan pesado, el acompañante hace más inestable la moto y el manillar se mueve demasiado, está mojado y, sobre todo, es cuesta abajo. Hay que ver qué fácil es esto cuesta arriba, no hay esas inercias y no hay que tocar el freno. Hay otras cosas claro, pero creo que es mucho más fácil.
La cuestión, después de demasiados sustos, el guía paró y preguntó qué tal íbamos, ya que bajábamos despacio. Yo le dije que cuánto faltaba (igual podría aguantar un poco más así). “Siete kilómetros más” fue su respuesta. Una mierda (fue la mía en mi cabeza). Nos damos la vuelta. Ahí me enteré de que lo mío era una rendición en toda regla, la montaña había ganado. Tocaba volver dos kilómetros hacia atrás (que suena a poco, pero son dos mil jodidos metros llenos de trampas), afortunadamente cuesta arriba, y luego unos 20 o 30 más por carretera hasta el homestay. La subida fue de coña, hasta le agarré el gusto. Algún momento de pérdida de control, pero con dejar de acelerar y tirar el pie a tierra se arreglaban las cosas. La vuelta por carretera fue de humillación y vergüenza. E incomodidad porque el casco que llevábamos es de trail sin pantalla. Afortunadamente yo me había llevado unas gafas de sol, que menos mal, si no habría sido un peligro. Aún así, la lluvia con casco abierto a cierta velocidad era como agujitas que se clavaban en la cara. Una sensación tonta pero jodida, en serio.
Seguimos en Trail en Vietnam 2/2.
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