Albarracín y la Sierra de Cuenca
De sábado a lunes nos escapamos como regalo de cumpleaños de mi mujercita a ver Albarracín y a explorar toda esa zona entre Cuenca y Teruel, Parque Natural de la Serranía y de Cuenca y Del Alto Tajo.
Como resumen, Teruel es mucho más bonito de lo que imaginaba, tanto el centro ciudad como la zona natural. Los alrededores de Albarracín y toda esa parte de Cuenca tiene un terreno muy especial, una tierra roja rojísima, arcillosa y que contrasta espectacularmente con el verde de la vegetación. Ese rojo mineral contagia a las ramas de los árboles que ostentan unas puntas rojizas verdaderamente especiales.
Sus carreteras son de un trazado realmente bueno y una conservación, en general, aceptable. Mucha zona de curvas sin guardarraíles (ni asesinos ni de los buenos, pero mejor nada que muerte) y mucha roca, río y pista de off road.
La película fue globalmente así:
Digo globalmente porque dimos bastante vuelta. El sábado nos perdimos una y mil veces, todo lo perdible. La señalización no es nada buena y el cabrón del GPS parecía que estaba en nuestra contra. Ni GPS ni mapa ni móvil; tenía su gracia hasta que, aparte de empaparte (lluvia continua de la mañana a la noche) y congelarte, veías que se acercaba la noche y seguías dando palos de ciego por la serranía de Cuenca.
Finalmente decidimos hacer noche en Teruel, la visitamos y al día siguiente tiramos hacia Albarracín en un periquete.
El total del viaje unos 800km en tres días divididos en 400km + 200km + 200km.
No podemos decir que el tiempo colaborara con nosotros: sábado lluvia todo el santo día, pero intensa e incansable. El domingo el mejor día, fresco y una breve amenaza de lluvia que duró unos quince minutos. El lunes de vuelta nos granizó, nevó y ventoseó todo lo que pudo. La vuelta un auténtico suplicio. El viento más fuerte que he sufrido en mi vida en moto, adelantando camiones con más tacto que si enhebrara una aguja y con la moto frenada contra el viento a menos de 90km/h. Acojonante y además el cachondo del velocímetro decidió no funcionar a falta de unos 150 kilómetros de casa, por lo que no tenía ni cuenta kilómetros (desconozco cuándo debo repostar) ni velocímetro (¿a cuánto voy? bueno, voy bien). En fin, llegamos y todo bien.
Y no para de llover…qué incómodo, ¡cohone!
Nos calentamos con una dieta de cubre-necesidades:
Calor a base de Cola-Caos, grasa a base de chicharrones y una tortillita porque sí.
Tirando de mapa, maldito GPS…¡LLevamos tiempo yendo en dirección contraria!
Por fin llegamos a Teruel. Por la mañana todo es maravilloso. Una vacía, un tocador, un espejo. Vamos a desayunar y damos una vueltecita para conocer un poco la ciudad, muy bonita, por cierto.
¡Ese Toríco de moda! Visitamos la plaza la noche anterior y ni lo vimos. Si no es con luz y de cerquita, nones.
En el propio hospedaje había una tienda curiosa de antigüedades. Allí nos compramos una tabla de la época románica con una reproducción de un dibujo de entonces.
¿Y cómo la llevamos?
Tú cómprala y ya nos apañaremos.
En la maleta izquierda la enganchamos, con unos pulpos y unos plásticos y todo perfecto.
Y por la mañana vi esto otro: “Prohibido aparcar en toda la calle”. Qué cosas, el del Hostal nos dijo que aparcáramos allí, que no había problema 🙂
La muralla de Albarracín.
¿Voy o vengo? ¬_¬
Decoración de la zona. Muy de cievos, javalíes y caza.
Ahí al fondo ves las cascadas del nacimiento del río Júcar.
Y aquí más de cerca.
El agua se filtraba por las grietas de las rocas, lástima que en la imagen no se aprecia.
Increíble el color de la vegetación, parece que que el minera o lo que sea que convierte a la tierra en barro rojo contagia también a la flora.
Tréboles subacuáticos, mola.
El nacimiento del río Tajo y con sus símbolos: el toro, el cáliz y el caballero. Los simbolismos son curiosos, búscalos en otro blog que no hable sólo de motos 😛
Después del paseíto me dio por emular las andanzas de los traileros y quise pasear por alguna pistilla.
Vale.
Vamos muy despacito, por lo que los neumáticos no deberían dar problema, sólo sufrirán un poco las suspensiones, pero como por cualquier carretera de mal asfalto.
Vale.
Ahora sí, tierra y polvo sí, barro no.
Oh oh…
Pues eso, el barro rojo arcilloso de la zona de Cuenca y Teruel tras días lloviendo es como la arcilla del cole recién empapada así que nop, no fue buena idea.
El camino era ancho y de tierra pero con etapas de unos veinte metros de barro del bueno. La rueda derrapaba así que poca leche se podía hacer. Avanzamos hasta que nos dimos cuenta que se me había ido la cabeza pero bien.
Tocó quitar la arcilla con las propias manos, se le metió hasta el tuétano.
Un mes después y varios lavados de manguera a presión después, aún siguen saliendo restos.
Eso, que no fue la mejor idea que tuve, pero fue divertido 🙂
Albarracín sin turistas, ¡fetén!
De vuelta; ojo a la sima de la izquierda. La montaña se desmora y muestra sus entrañas rojas tras el hundimiento.
El contraste del rojo con el verde es lo mejor de estas tierras, increíble.
Y el trazado de la carretera ¿qué? parece un tajo dado al costado de la montaña, nevada, eso sí.
Mucho desprendimiento en las paredes internas de la carretera. Los vehículos pesados (sobre todo) pisas esas rocas y se cargan el asfalto, que bastante bien aguantaba.
Tenía un poco de miedete por esos episodios de nieve que invaden el camino, ¿los ves ahí al fondo? pensaba que pudieran estar helados y pasábamos despacito.
Afortunadamente nada que destacar, era nieve y punto.
El camino de vuelta un poco insoportable. Bastante frío, algo de lluvia y al final mucho, mucho viento. En general, incómodo.
Un saludo a los picolos del lugar. Salieron a ver si estaba todo bien, ya que paramos en su misma puerta a echar un ojo al mapa. Con el frío que hacía no había ni Cristo por esos lares.
Muchas andanzas encima. Estamos en Molina de Aragón. Llegamos con sol y durante la comida…
¡¡Nieve!! ya lo que nos faltaba!
Los pájaros libres del bar donde comimos, el camarero un crack! super majete.
Salimos disparados de allí no sea que esa nieve se pusiera en plan serio.
Justo antes de salir dejó de nevar, salió el sol y vino el viento, ¡fetén!
Gran viaje, pero para repetirlo recomiendo la primavera, la verdad. Pero ¡¡muy feliz cumpleaños!!
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