3 BMW R1200GS + KTM 990 + Tiger 800 aran los bosques de Ávila
Pistas rápidas, muy rápidas, vadeos cada vez más profundos, ¡vaya fotos!
No te pierdas el vídeo del relato en el capítulo siguiente.
Habíamos quedado a las 9 de la mañana en El Escorial, lo que significaba traspasar la frontera de las tempranas 8 un sábado y eso duele, aunque sea para pasarlo bien. Hacía frío pero lucía un sol que no acompañó todo el día. Llegué el último, mi recién estrenado GPS de montaña de segunda mano me sirvió tanto como llevar una oveja en la moto: curioso y entretenido pero inútil que no veas.
Los cuatro valientes que esperaban allí contando hazañas me dieron la bienvenida y al ver que el que nos había citado y organizado toda la ruta tenía que quedarse en casa por asuntos familiares nos pusimos en marcha en seguida.
Tomó el mando Mapache (cómo me gusta ese apodo), un tío que domina su GPS, no como otros…enganchó el track y ya no lo soltó, ¡vaya control!
Empezamos subiendo por una zona de chalets, donde terminaba la calle empezaba una especie de descampado y yo pensé que nos habíamos perdido. Que va. Al bajar del “descampado” comenzó una carretera de asfalto roto que inició la subida a la montaña y nos daba la bienvenida a una ruta realmente bonita.
Charcos helados, nieve en las cunetas, curvas con grava e incluso una banda de asfalto mojado con el agua convertida en hielo, ¡¡mucho ojo!!
Me daba apuro ser el último en llegar y el primero en parar la marcha, pero ¡había que poner la cámara! aquello era muy bonito, así que dí el “alto”.
Continuamos tras la pausa y fuimos atravesando zonas de césped, grava, piedras y asfalto del bueno con curvas de las que hacen afición. En la parada de la foto Mapache me dio un par de claves para que el GPS dejara de ser una oveja, ¡iba a ser útil después de todo!
Nos internamos en un bosque tras bajar en zigzag por unas cuñas repletas de grietas. Por allí tuve yo un susto al intentar frenar y derrapar sin control. Además las malditas marchas de la Tiger no son nada suaves, ese embrague hay que apretarlo fuerte y desde el extremo izquierdo, de lo contrario la marcha no entra y más de un susto me he dado.
Tras mi desliz dejé pasar a los dos compis que llevaba detrás para no frenarles el ritmo. Madre cómo iban, yo trataba de agudizar la vista porque el sol se colaba entre las ramas y clavaba en el camino formas que confundían el dibujo, se mezclaban luces y sombras con baches, piedras y raíces, con lo que había que concentrarse en la trazada correcta para seguir el ritmo de estos fieras. Dos pensamientos me rondaban: Mapache, que va primero, no tiene a nadie delante para ir fijándose en dónde pisa el anterior para esquivar los baches gordos, va abriendo camino y se supone que es una zona nueva para todos. Es más, el cabrón va pendiente del GPS para seguir el track y sólo en una ocasión tuvimos que dar la vuelta porque se había confundido unos pocos metros. Tela.
Y dos, Eduardo, “el nuevo” como él mismo se presentó, sería nuevo en el grupo porque desde luego no era la primera vez que iba por lo marrón, el tío seguía a Mapache como una sombra y no se descolgaba ni de coña. ¡Vaya con “el nuevo”! Luego me enteré que también le daba al enduro por tierras cántabras.
Los otros dos integrantes del grupo eran Roberto, asiduo practicante de enduro con una KTM 350, que sólo notaría los 200 kilos de más de su montura, el resto fácil. Y Cienpies, que en principio no pensaba entrar demasiado por pistas y por éso su GS no era una Adventure, ¡pues menos mal!
No es que me tuvieran que esperar tampoco y había tramos de tranquilidad con contemplación del paisaje y regodeo del momento, pero había otros que parecía que nos perseguían los perros sabuesos de los funcionarios de prisiones zigzagueando entre los árboles del bosque.
Era para vernos, tres BMW R 1200 GS, una KTM 990 Adventure y una Triumph Tiger 800, había kilos allí para dar y regalar. O todos ágiles o todos torpes, donde toca uno tocamos todos y por donde pasa uno sabemos que podemos pasar todos, no hay excusas.
Giramos y atravesamos un pequeño banco de arena fina, de ahí a la izquierda, el primer vadeo. Un río de poco caudal y piedras de fondo pero con mucho barro en los laterales.
Entré y salí sin problema, sólo forzando el gas a la salida, subiendo unos montículos en cuesta arriba entre grietas. Pero Roberto había entrado con toda la alegría y se había quedado atrapado por delante con la rueda en el barro.
No hay problema, bajamos a empujar un poco hacia atrás y ya salió de allí con toda la fuerza de su toribio GS.
Aprovechamos la parada y espabilé al GPS. Seguía en aquella curva (mecagüensupadre). Probé otro método. Agua. Luego se apagaría agotando las pilas en cuestión de media hora, qué fracaso.
El calor aprieta, mudamos de ropa y cada uno a su moto, ¡seguimos ruta!
Poco antes de alcanzar Ávila tuvimos un buen tramo de carreteras reviradas muy rápidas. Aproveché para limpiar y redondear neumáticos y oxigenar el motor. Intensas frenadas, fuertes acelerones, subiendo de vueltas el motor hasta acariciar la zona roja, escuchando al motor y moviendo la moto de lado a lado. Inclinamos, giramos, mucho gas, reducciones, en fin, un puñetero parque de atracciones sin fin.
Nos alcanzó un tipo en una recta con uno de esos escapes como las trompetas de Jericó, creo que era una Ducati Diavel (no estoy seguro), pero está claro que en buenas manos no es tan tanque ruso, como parece ser.
Llegamos a Ávila sobre las 12:30 y tocaba piscolabis. Como aún me considero nuevo en salidas camperas no me esperaba lo que tocaba: un buen aperitivo de chorizamen, salchichón, pan, almendras y demás, ¡¡no venía preparado ditasea!!
Me sentí bastante mal por no colaborar con el grupo, así que robé un par de tragos de Aquarius y poco más, ¡ya compensaría en otra ocasión!
Allí nos separamos. Tres volvimos y dos siguieron la ruta. En mi caso el recorrido mereció la pena y mucho. Cienpies nos llevó de Ávila al alto de Navalmoral, Burgohondo, Navaluenga y de ahí a Madriles, cada uno a lo suyo. A partir de Burgohondo empezó a agotárseme la mano izquierda, ¡madre mía qué montón de motos! más rato saludando que embragando, se nota que el sol brilla y la temperatura acompaña.
Nos fuimos sabiendo que lo que nos perdíamos merecía la pena, el resto de ruta prometía pero los compromisos familiares mandan. El domingo pude ver las fotos y vídeos de Eduardo y flipé. Pistas muy rápidas y vadeos cada vez más caudalosos y con entradas y salidas comprometidas. Ojo a esas fotos guapas, esas GS pasándolo en grande y esos motores rugiendo para salir de los marrones en los que los dueños les meten.
Ya estoy deseando hacerla entera, ¡¡¿cuándo quedamos?!!
LOS VÍDEOS
El vídeo de Rober, turno de tarde: vadeos y pistas rápidas:
La ruta que seguimos es esta, con parada para comer y división de personal en el paso por Ávila:
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