Trail Guadalajara: de Torrelaguna a La Vereda
Esta vez tocaba norte, pegaditos a Guadalajara, zona trailera por excelencia, nos vimos en Torrelaguna y como habitualmente en la gasolinera. Mientras nos reuníamos, charlábamos y planeábamos la jugada, Fernando y yo luchábamos duramente contra nuestras apps de GPS de nuestros móviles.
La ruta en Wikiloc y todas las fotos, al final del artículo.
Como adelanto del vídeo completo, demos gusto al morbillo mostrando el de la pequeña caída, también al final del artículo.
Ya tienes el vídeo completo aquí.
Él con OruxMaps y yo con Wikiloc y ViewRanger. Fue Sygic la que me había traído hasta allí sin problemas, pero esta aplicación móvil donde mejor se desenvuelve es por lo negro, ahí funciona perfectamente como un GPS convencional, pero los caminos no son su terreno, no le acaban de gustar.
Jartos de pelear y de darnos de cabezazos contra las malditas apps, aunque veíamos la ruta en pantalla no conseguíamos que nos la mostrase llevándonos e indicándonos hacia dónde ir en cada momento. Vale, vosotras ganáis, putillas, afortunadamente estaban con nosotros Antonio Toñín (Kawasaki KLE 500) y Daf (Suzuki DR Big) que son grandes conocedores de la zona y gracias a ellos mandamos a los móviles a hacer puñetas. Ellos nos llevaron de la mano toda la jornada, Toñín hizo de guía y Daf nos escoltaba cerrando el grupo a cierta distancia para evitar masticar demasiado polvo, cosa que los demás no conseguimos al ir pegaditos para evitar pérdidas y seguir bien las trazadas del que sabe. El terreno estaba bastante seco y el polvo se levantaba con mucha facilidad, así que aparte de respirar tierra había que agudizar bien la vista para no pisar por donde no debíamos.
Salimos de Torrelaguna hacia Patones y tomamos el desvío hacia el Pontón de la Oliva, recuerdo que “me bajé en esta” hace tiempo para ir a una zona de escalada muy querida por los aficionados madrileños.
La carretera se convirtió en asfalto roto (pero que muy roto) y pronto pasó a ser lo que conocemos como “carreterilla de mierrrrda”, con agujeros altos en el asfalto y gran peligro de llantazo, justo el mayor temor que guardo para mi moto. La Tiger no XC no tiene esos pocos centímetros de más en la suspensión de su hermana y no me importa, pero siempre trato de cuidar las llantas de palos de golpes violentos; poca solución tengo, comprar unas llantas de radios tiene un precio prohibitivo y la otra opción es cambiar de moto ¡y sólo llevo tres o cuatro meses con ella! Así que lo que tocaba era arrimarme a las cunetas para evitar los agujeros en la medida de lo posible retrasándome (a mí y al grupo, pues iba segundo) frente a Toñín, que volaba sobre ese terreno como si fuera en Metro.
Por fin terminaron los boquetes y comenzaron las pistas anchas de tierra suelta y como no, el polvo. Perdí mi preciada segunda posición (aún no sabía lo preciada que era) cuando en un desvío tomé el camino equivocado. De allí ya salí cuarto y me tocó chupar más polvo que Silvia Saint en sus mejores años. No sólo me cubrí de gloriay mastiqué tierra, sino que además afectaba a la visión e impedía reconocer el terreno por donde pisaba, así que vista fija en la moto que me precede y a evitar los baches que ella se come. ¡Ay, Daf, tipo listo! nos seguía donde acababa nuestra nube de polvo, pero como Toñín no lo veía por el retrovisor, de vez en cuando paraba para reunificarnos y seguir juntos.
Y así continuamos hasta la clásica montañita de piedras, parada obligada, foto, comentarios, cigarritos, pises y p´alante!
En cierto momento del recorrido, una señal prohibitoria nos saludaba desde la izquierda del camino, así que la saludamos y nos dirigimos hacia ella a ver qué escondía. La tía cretina albergaba unos caminos de cabras de piedras de pizarra suelta que hacía todo un placer el sujetar la moto de lado a lado escuchando saltar los cantos contra los bajos. Recuerdo una bajada peliaguda que se quedó en nada al descubrir las subidas: lo mismo, piedras planas sueltas, curvas muy peraltadas algunas con mucho desnivel entre el lado interior y el exterior que obligaban a jugar con el embrague para no derrapar, calar o caer de un lado u otro. Ahí ya sí no me salvé, en un giro a izquierdas, solventada buena parte de la curva, varias piedras dejaron al descubierto otra grande enterrada en el suelo. Justo me pilló en un momento de acelerón y la rueda trasera derrapó sin mover la moto ni un centímetro pero inclinándola hacia el interior, demasiado lejos de mi alcance por el desnivel y cuando mi pie por fin tocó suelo la moto estaba demasiado inclinada para poder con todo su peso y caímos juntos en amor y compañía a besar el suelo.
Afortunadamente fue en primera y ni ella ni yo sufrimos daños serios. No tuvieron tanta suerte las lumbares de Daf y mías cuando tocó levantar la Tiger en semejante lugar. Tocó meter primera para que no cayera montaña abajo cuando la enderezáramos y juntar un montón de piedras planas como base para la pata de cabra para dejarla reposar y tomar un poco de aire.
Una vez con todo controlado el resto del equipo fue apareciendo y comentamos la jugada. Juntos, me ayudaron a (recuperar el aliento) encaramarme a la moto y moverla más adelante para seguir sin más percances hasta la cumbre.
Con el corazón tiritando tocaba enfrentarse a la bajada por el mismo camino. Afortunadamente no fue exactamente “el mismo camino” como había comentado Toñín. El terreno era el mismo pero no bajamos por donde subimos, afortunadamente las curvas presentaban menor dificultad. Daf al verme picueto mirando la primera curva hacia abajo me dio unos consejillos que agradecí y puse en práctica de inmediato y para el resto de la jornada. Bajamos todos sin problema y poco a poco fuimos cambiando de entorno pedregoso de cumbre de montaña hasta pinares, pistas llanas y por fin la carretera.
Empalmamos de nuevo con pistas anchas de polvo, cruzamos pinares e hicimos el clásico camino hasta La Vereda, el más clásico y negro de los Pueblos Negros Guadalajareños. Los que no lo conocían bien que gozaron con el asentamiento y os recomiendo una vuelta con más calma porque de verdad merece la pena.
Día especial en que todos debíamos estar en casa pronto, así que volvimos sobre nuestros pasos y a la altura del embalse tomamos una pequeñísima carretera tan destrozada como retorcida. Allí, tanto Toñín como Fernando dieron también lo mejor de sí y me sorprendieron al verlos ir realmente rápido también por lo negro.
El resto fue por carreteras en mejor o peor estado, pero con muchas curvas hasta que alcanzamos Patones; llegando a Torrelaguna yo tuve que seguir hasta casa del tirón por compromisos familiares y allí dejé al equipo en el primer bar de la ruta para echarse un refrigerio antes de la vuelta.
– Todas las fotos:
– La ruta en Wikiloc, id 11680109.
– El pequeño vídeo:
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