Escuela Maxi Trail Montealegre, Toledo
Pasamos una jornada en la Escuela Maxi Trail Montealegre, en Toledo, empapándonos de trucos, conocimientos y todo el sabor de la conducción 100% offroad que nos ofrece con toda la seguridad y garantía de la experiencia y el buen hacer.
Las instrucciones en la web de la Escuela de Maxi Trail de la finca Montealegre eran claras, pero yo ya había tenido más pérdidas de las deseadas el día anterior, así que me estudié la ruta a fondo, desvíos, sal de la nacional, entra en la de peaje pero salte antes y toma autopista, etc.
Afortunadamente, justo tras un nudo de vías y antes de tener ningún problema, una GS no identificada me dió una pasada e hizo un movimiento extraño, algo que entendí como saludo y un “los dos vamos al mismo sitio”. Algo bastante probable ya que no era una zona de demasiado tráfico ni horas normales para coincidir, aunque todo podía ser.
La cuestión es que me anclé a su estela hasta que me aseguré de que efectivamente íbamos juntos y me relajé. Tomamos el desvío fuera de carretera y al pisar tierra le noté una soltura como de que a este tipo no parece hacerle mucha falta un curso de offroad.
Llegamos, aparcamos y nos situamos: el tipo resultó ser el monitor que daría las explicaciones y todas las demostraciones encima de la moto. Efectivamente no era la primera vez que pisaba tierra.
Ya sabes que mi chica me había regalado el Curso de Conducción Maxi Trail organizado en la Finca Montealegre de Villatobas, en Toledo y que estábamos hospedados allí, en pleno centro de la antigua capital de España. Al rato de llegar y poco a poco, nos fuimos reuniendo los alumnos en el exterior de la casa pero dentro de la finca, una tapia limitaba del exterior una edificación enorme, con piscina y salones interiores y exteriores, algo que recordaba a un típico lugar de eventos como bodas o bautizos. “Típico” como identificable, porque el sitio es espectacular, algo hecho con estilo y con gusto.
Los chavales fueron llegando, pasábamos al patio interior donde nos convidaban a café y bollos hasta que, con la foto de la llegada a las puertas de la escuela, nos reunieron a todos en un salón interior, donde firmamos el contrato de “me meto aquí bajo mi responsabilidad”.
De charla con unos y otros, conocí a un periodista enviado allí de la revista “Fórmula Moto”, un majete conductor experimentado al que le habían hecho venir con un mostrenco como es la BMW R 1200 GS LC y su fotógrafo. Aunque la media de edad superaba los 45 años, también había los había menores, un par de chicos que se preparaban para bajar a Marruecos en dos semanas y la única chica alumna y no acompañante (de las que sólo hubo una también) que portaba una novísima BMW 700 GS.
Por supuesto el porcentaje de BMWs era del 85%: 1200, 800 (la extensa mayoría), 700 e incluso una 1100. “No GS” éramos un par de Tigers 800 (una XC negra/roja y la mía), una Yamaha Teneré con más de 25 años y una XT 660, tres Hondas (dos Varaderos grandotas y una nuevecita CB 500 X), una KTM 990 y alguna que otra despistada por ahí.
Muuuuchos extras se veían por ahí, mucho Piezatech (como dice aquel), maletones de aluminio, GPSs y mucha rueda lisa.
El día antes nos pusieron como deberes un mínimo: aprender a desactivar el ABS de nuestras motos y regular el manillar a la posición más alta posible. Como en todas las escuelas hubo quien no lo hizo, más de uno escudándose en la cantidad de electrónica de la BMW y que no había quien encontrara las instrucciones de cada cosa en el puto Vademecum que trae la moto. Yo, como buen empollón, ya tenía ambas cosas preparadas desde hacía tiempo.
Tras el desayuno y la firma exención de responsabilidades, tuvimos la clase teórica. El monitor (mi guía por sorpresa) nos habló de la postura encima de la moto, las diferencias en los movimientos que hay que hacer cuando pasamos de la carretera a las pistas, el equipamiento y el acondicionamiento de la moto para el entorno de lo marrón.
De allí salimos todos a quitar las gomas de los estribos, dejar las maletas a cubierto en el interior de la casa y salir por fuera del recinto a la zona del circuito (a un minuto en moto).
Tras unos ejercicios sencillos para calentar y estudiar al alumnado (unas vueltas de pie sin una mano, sin un pie, sin el otro (obligada mención al chiste), allí nos explicaron que nos dividirían en tres grupos de unas 10 o 15 motos y haríamos todos los mismo ejercicios pero turnándonos.
Una vuelta por la finca que nos enfrentaría a los obstáculos más habituales que uno se encuentra en el campo: pendientes de culo atrás y esquivar roderas, grietas, zonas de grava, bancos de arena fina, bacheados incómodos, zonas húmedas e incluso una subida que echó al suelo a más de uno. Se trataba de una subida no muy larga con dos senderos paralelos como las huellas de un coche, podías ir por uno u otro indistintamente. Arriba el camino giraba hacia la derecha, pero nosotros tomábamos un senderito hacia la izquierda. ¿Cuál era el problema? que si subías por el sendero de la izquierda todo iba bien, pero si elegías el de la derecha (mi caso), para pasar al otro lado habías de atravesar el montículo que separaba los senderos paralelos además de la salida del camino. Eso exigía un poquito más de pericia (al ser cuesta arriba, diagonal y bacheado) y sobre todo, gas. Yo tuve mi momento delicado, pero apreté bien el acelerador y salí de allí victorioso; lamentablemente el que me precedía iba también por el sendero derecho, no le dio suficiente gas y cayó. Sin consecuencias más que era la primera vez que su moto tocaba suelo y le daba apuro.
El monitor iba primero pero estaba pendiente, así que paró y le ayudó a levantar la moto. Le explicó la situación y poco a poco fueron pasando todos los demás salvo una Varadero mayorzota, que le había dado por no arrancar. Afortunadamente una Honda de la edad dorada de la marca no necesitó más que un empujón durante unos metros para arrancar y acabar la ruta (y todo el curso) sin mayores problemas.
El día era frío pero el sol lucía fuerte. El viento nos refrigeraba y evitaba que sudáramos demasiado, pero cada vez que me quitaba el casco para atender las explicaciones de los monitores estaba deseando volvérmelo a poner, qué cabrón, qué frío traía consigo.
Entre los tres monitores de la organización se movía también un fotógrafo que haría que en muy poco tiempo tuviéramos en nuestro email unas fotos personalizadas de la experiencia. Maldita sea, qué mala suerte, 147 fotos y ni sola foto decente en que salga yo. Definitivamente no molo nada.
Después de la prueba de la marcha alrededor de la finca pasamos a un circuito de atravesar troncos y “que las suspensiones hicieran su trabajo”, zigzag entre conos y acelerón con frenada fuerte.
La idea de este último es comprobar cómo el ABS nos perjudica más que nos ayuda en el campo. En este entorno las ruedas se bloquean con mucha facilidad, eso hace que al apretar el freno trasero la rueda se bloquea, salta el ABS y desbloquea, y así sucesivamente, alargando enormemente la frenada y haciendo que nos comamos el obstáculo o nos despeñemos por donde sea. ¿Solución? ejercer nosotros de freno anti-bloqueo: aprieta y cuando derrape déjalo hasta que la moto se gire un poco, momento en que soltarás el freno, la moto volverá a enderezarse y volverás a frenar. Hazlo unas cuantas veces, conoce la reacción de tu moto, pierde el miedo y coge soltura. Punto pa´tí, ya sabes frenar en campo.
Por último el tercer ejercicio era atravesar unas piscinas cambiando el peso de la moto al echar tu cuerpo hacia atrás o hacia adelante en función de que estés subiendo o bajando, atravesar una trialera y un par de curvas muy peraltadas. También estaba mi preferido: subir una pequeña cuesta y calar la moto. Allí te explican cómo hacer para salir del apuro sin caídas y sin miedo, dando la vuelta a la moto y volviendo por donde viniste para volver a enfrentar el obstáculo.
De postre nos contaron cómo atravesar bancos de arena, con marcha corta pero un poco de velocidad (una vez que se tenga práctica, si no más despacito) y ante el primer hundimiento de horquilla dar gas para ayudar a salir del hoyo. Hubo una sola caída (también sin consecuencias más que hacer de croqueta en harina) y todos los que quisimos atravesar el obstáculo salimos victoriosos.
Al final de la mañana, a eso de las 14:30/15h, nos volvimos a la casa a asearnos y comer.
El interior de la misma es tan bonito como parece, su chimenea, su piscina, billar, futbolín, etc. Nos sentamos en mesas redondas como en una boda y nos sirvieron viandas típicas de la zona: pisto, carne de caza, buen vino, etc.
La charla fue muy amistosa, los compañeros que me tocaron en la mesa ayudaron a que la hora de comer fuera tan relajada como entretenida, una pena que ninguno tomáramos los datos de los otros para hacer alguna salida en el futuro, aplicar lo aprendido y echarnos unas cañejas. En cualquier caso encantado, fue un placer.
Todas las fotos – 18, aquí.
La experiencia en la Escuela Maxi Trail Montealegre fue muy buena, los monitores estuvieron muy pendientes de todos y cada uno de los presentes y nos aseguraron que la evolución fue manifiesta, desde el principio de la mañana hasta el final de la misma las diferencias eran palpables. Un diploma firmado y una foto enmarcada nos autorizaba como asistentes al Curso de Conducción Maxi Trail organizado en la Finca Montealegre de Villatobas, Toledo.
Una hora de moto nos separaba a los demás de Madrid y a mí de Toledo, ya que volvería a dormir entre sus murallas al menos dos días más.
Aquí tienes las fotos que comparte la Escuela de Montealegre y muchas más en su web.
Ya se,ya se aprendre no ocupa lugar,pero tu en un curso…
Supongo que estabas dando tu la clase
Aaaaaale quéxagerao! 😀
Siempre se aprenden cosas!