KTM: Fuerza bruta

La firma austríaca KTM se distingue por ostentar entre sus filas las más divertidas máquinas del mercado. Estos juguetes para adultos se superan a sí mismos cada año y conducirlos se convierte en una experiencia que nada tiene que ver con las tradicionales tetracilíndricas. Postura de conducción, sonido y sensaciones hacen olvidar todo lo vivido hasta el momento e hipnotizan hasta hacerte desear una de ellas. ¿Podrás resistirte a la bestia?

Conducir esta imponente máquina está al alcance de cualquiera. Bueno, quizá no exactamente ésta, que es un modelo preparado que exhibe KTM España. Las visitas se agolpaban a su alrededor. Prepara el babero.



Para celebrar San Isidro, KTM me invitó a probar dos de sus bestias más salvajes junto a otros aficionados. Como buen cazurro, soy de los de burra grande ande o no ande aunque sólo en oportunidades como ésta en la que te permiten probar la crème de la crème de KTM. Mi elección fue 990 Superduke y 990 Supermoto.
Como gustan de promover en la marca, estas dos máquinas son auténticos juguetes para adultos, pero claro, tanto en cuanto divertidos como peligrosos. Son la cosa más bruta que he probado, lo más manejable, lo más potente, lo más divertido, lo más peligroso. Pero vamos a ir despacio viendo algunos detalles.
Probé las dos en negro, of course, pero poco importó ya que volvieron todas grises de la chupa espectacular de agua (con tierra) que nos cayó en el paseo.
La 990 Supermoto no goza de esos tubos de escape tan extremadamente inclinados de su hermana pequeña, la 690, que dan un toque agresivo a más no poder y muy extremo, de chica mala. Las 690 son seguramente tan divertidas como sus mayores, algo menos potentes pero seguro que también más manejables, y he ahí el principal problema que le vi a la Supermoto: ¡buff, qué incómoda! no le cojo el truco. Y es que claro, eso depende de dónde vengas, si lo tuyo es el supermotard o las naked gordas seguramente no te pasará, pero si vienes del supersport aquéllo es como subirte a un camello, alta, muy alta y muy sensible a cada orden (que sí, que los camellos lo son).

La protección aerodinámica es casi nula. Pasando de 100-110 km/h has de agarrarte al manillar con guantes de velcro y como si tu vida te fuera en ello (que va).

Altura del sillín: 875mm de nada.
Con mi metro ochenta de estatura no pensaba que la altura fuera a ser un problema (que no soy enorme, pero tampoco bajito), sin embargo llegaba algo forzado al suelo en este monstruo. No de puntillas, pero no apoyaba tampoco el pie completo, lo cual así de primeras, da bastante inseguridad.
Lo segundo es ese manillar tan alto, más que la Duke, y esas estriberas tan adelantadas que casi parece una custom.
Como breve paréntesis, decir que allí se personaba un tipo, comercial de la marca Scott, que nos permitió probar las nuevas chaquetas con que esta marca líder se presentaba en el mercado de las motos de carretera. Mi conclusión: una chaqueta ligera, bonita, suave, muy cómoda, totalmente impermeable con una clara excepción: ni se te ocurra dejar el móvil en el bolsillo exterior o te quedarás sin él, como yo. Lucen además unos diseños urbanos muy interesantes.
A mis dificultades con la ergonomía se sumaba la extrema sensibilidad del acelerador. En primera se me calaba o pegaba unos acelerones parte-cuellos involuntarios que me resultaban bastante incómodos y que fueron la primera impresión. La explicación está en que son ciento quince caballos (o ciento diez según fuentes) repartidos en un desarrollo muy corto, en un motor de 990cc, por lo que cada movimiento de muñeca se transmite de inmediato y supone acentuadas diferencias de relaciones.

Ese sonido ronco, bruto, CRUDO, bestial. Es como un tractor ágil, un tra-tra-tra que aumenta en volumen (…) con el giro de muñeca. Es un motor bicilíndrico susurrándote gritos al oído con voz de resaca y una pizca de cabreo. Las fieras calladitas pueden parecer niñas buenas.

KTM 690 DUKE, las jóvenes de la familia. Unas fieras calladitas que esconden una fuerza y una agilidad infitas y exigen cabeza y responsabilidad.

Posición, sensibilidad, altura, no voy muy cómodo. Aunque son ventajas para la conducción en ciudad, mi falta de costumbre en este tipo de montura me hace muy inseguro. En cambio al salir a carretera eso se torna en ventaja. Va segura, muy potente y cómoda, pero al ser una moto que viene del campo, la protección aerodinámica es casi nula. Pasando de cien o ciento diez has de agarrarte al manillar con guantes de velcro y como si tu vida te fuera en ello (que va). El viento empuja muy fuerte y la montura también pero en dirección contraria: en medio tú.
He dejado para el final lo que más llama la atención al principio: ese sonido ronco, bruto, CRUDO, animal, bestial. Es como un tractor ágil, un tra-tra-tra que aumenta en volumen y velocidad con el giro de muñeca. Es un motor bicilíndrico susurrándote gritos al oído con voz de resaca y una pizca de cabreo.
Las fieras calladitas pueden parecer niñas buenas.
En marcha esto es una genialidad. Dan ganas de apretar cada vez más y más fuerte para oírlo temblar bajo tu cuerpo. Es un sonido con carácter, que grita un “aquí estoy yo” a todos los vehículos de alrededor y que da collejas pescozonas entre las orejas de los conductores que adelantas y parece decirles “aparta que molestas”.
Lamentablemente, la vueltecita que nos tocó fue bajo una cada vez más intensa lluvia en una carretera de doble sentido con camiones y guardarraíles amputadores, con lo que obviamente fue bastante difícil disfrutar de la máquina en cuestión en su medio natural. No obstante, hubo una zona en la que nos escondimos de la nube y dejó entrever algunas de las virtudes de la austríaca anaranjada.
Al tener la postura de conducción en un lugar tan elevado hace que el punto de gravedad también lo sea, y a la hora de inclinar la sensación es extraña: hay que inclinar algo más, el suelo se acerca deprisa y parece que puedes caer, lo cual de primeras es una idea que no me atraía mucho, por lo que seguía sin estar a gusto. Motor tiene de sobra, sonido Dolby Surround y todo lo que tú quieras, pero en la conducción no me sentía nada cómodo. Después volvimos a coger la nube y vuelta.
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Con la prueba de tu KTM preferida tienes la posibilidad de conducir con una de las nuevas chaquetas para carretera de la emblemática marca SCOTT. Un representante de la misma estaba allí para solucionar cualquier duda al respecto.
SCOTT es una de esas marcas de toda la vida. Es la reina en gafas, ropa y otros accesorios para deportes de nieve. Sobre dos ruedas trabaja el sector del motocross y mountain bike, sobre todo en la disciplina de descenso, aquélla para la que se requiere mayor protección. Pero este año ha dado por fin el salto a la carretera.
En un sector en el que marcas como DAINESE o ALPINESTARS parece que tienen monopolizado el liderazgo, SCOTT aparece como la refrescante novedad de prendas de muy alta calidad a precios de lo más competitivo.
Distribución en España: 91 091 091.

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El sonido de la Super Duke era tan celestial como el de su prima. Ronquidos tractoriles que rogaban que los esparcieras por los kilómetros, cada vez un poco más (…)

Al final fui aguzando el oído y escuché cómo pedía jugueteos de tipo movimientos ágiles entre coches, pequeños derrapes, acelerones, etc. pero no le di el gusto porque ya digo que aún no me sentía seguro.
Ahora llega la que se convirtió en mi preferida: KTM 990 SUPERDUKE. Ahí es nada. ¡¡Buff!! En fin, onomatopeyas aparte, esta chica es harina de otro costal (pero del costal de al lado), y la diferencia para mí fue brutal.
La verdad es que a la hora de la prueba no conocía exactamente las diferencias técnicas entre las dos jóvenes (recién nacidas), y de hecho se me antojaron bien parecidas con cierta salvedad muy acentuada: la postura de conducción.

Las damas esperan a sus invitados refugiadas de la lluvia. Cuando las sacaron de su tranquilidad perdieron totalmente los papeles.

Nada más subirme a la Superduke pensé “¡Ah, ahora sí!”. Ésto es otra cosa, me noto mucho más cómodo con este manillar, algo más bajo, y sabía que las estriberas iban a estar mucho más retrasadas, cosa que confirmé de inmediato. Ésto hizo que nada más ponerme en marcha notara esta moto como si la hubiera conducido ¡toda la vida! Qué extremos, ¿no? con la Supermoto me notaba como pez fuera del agua, pero la Superduke, aparentemente tan parecida, me abría las puertas a su universo sobre un colchón de plumas.

Esa pancita tan pequeña para el hambre que tienes. Con un depósito, máximo 120 o 100 km si te dan la alegría que pides.

Manejable es poco, juguetea, acelera tan brusca o tan suave como le pidas, frena de lujo (aunque admito que no les di mucha cancha a este respecto, ya que con el firme mojado temía “estrenarlas” de la manera más bruta y además el freno motor cumple su función a la perfección). Un detalle que parece tonto pero que me llamó mucho la atención en su momento, es lo bien que se ve por esos retrovisores bajitos y alargados. Quizá no me lo esperaba, porque en la SM no me fijé, pero ahora vi la luz y la vi bien clara.

No tiene mucho desarrollo, con lo que subes, subes, miras y ¡pum! a ciento veinte en segunda.

Pasados por agua ¡y por barro! La conducción de máquinas tan potentes y bruscas por terrenos resbaladizos no es lo más recomendable del mundo. Aún así nos hicieron disfrutar de lo lindo.

El sonido de SD era tan celestial como el de su prima. Ronquidos tractoriles que rogaban que los esparcieras por los kilómetros, cada vez un poco más hasta el punto de que en varias ocasiones alcancé – sin quererlo – el corte de inyección sin notar la moto tan agobiada como esperaba que estuviese llegado ese momento. Y es que lo dicho, no tiene mucho desarrollo, con lo que subes, subes, miras y ¡pum! a ciento veinte en segunda. Más tarde, mi amiguete Javi y yo preguntamos a un encargado de KTM si esta jaca tenía cinco o seis velocidades. “Seis” respondió, “¡pues que sepa usted que le sobran tres!” hágaselo saber al responsable, que ésto es una barbaridad.

¿A qué da lugar ésto? a incongruencias, por supuesto. Los chicos de KTM pasaron un folleto de evaluación de la prueba:
– “¿Qué es lo que más te ha gustado?”
– “Es muy potente y muy divertida”.
– “¿Qué es lo que menos te ha gustado?”
– “Demasiado potente, es muy peligrosa”.
¡Juer! ¿A qué jugamos? si te dan lo que pides también protestas. El límite lo pones tú, y hay a quien la máquina le domina. ¿Solución? mantente alejado de estas máquinas infernales, brutas, gordas, tractoriles, juguetonas, crudas y preciosas… si puedes.

Texto y fotos:
Rodrigo Álvarez Juez

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