Conquista la espectacularidad de la Sierra de Gredos.
Marzo 2008
Gredos, destino motociclístico por excelencia, nos abraza entre sus montañas rocosas, pueblos acogedores y cientos de motos que recorren sus legendarias carreteras de virajes interminables. Un fin de semana sin prisas
Esta vez toca la impresionante Sierra de Gredos con un fin de semana por delante. Destino: un entorno espectacular en el valle del Tiétar, inmerso en los entresijos de la Naturaleza con mayúsculas, rodeado de montañas nevadas, árboles, ríos, riachuelos y gargantas cargadas de agua del deshielo que van a desembocar al mentado río Tiétar.
El viaje comienza un viernes por la mañana, pasamos directamente a dar una vuelta por la zona de El Escorial y entre tapas, refrescos y cotilleos motociclísticos, acaban dándonos las dos de la tarde en lo alto de La Cruz Verde. En mi defensa debo decir que ante un día excelente con sol de invierno en la montaña, buena compañía y pinchitos varios, poco se puede hacer más que entregarse a la voluptuosidad de lo volitivo, o sea, disfrutar del momento.
Venciendo no sin esfuerzo a la diosa Pereza, agarramos de nuevo por las orejas a Valentina y ponemos rumbo a Cebreros. Los pueblos de la Sierra madrileña desfilan ante nosotros: El Tiemblo, embalse de El Burguillo (impecable paisaje, bonita carretera, curvitas divertidas), Navaluenga, Burgohondo, Hoyocasero, Venta del Obispo.
Camino de Navalosa, por la AV-905, fluímos por una carretera de esas que crean afición por el viaje. Grandes curvas y contracurvas se enlazan entre sí, apenas tráfico que nos entorpezca y el que hay es fácilmente evitable por la visibilidad y calidad del asfalto. Curvas rápidas y largas, poco agudizadas, sencillas, agradables, te sientes fluir, deslizarte, gozar. Paramos a hacer unas fotos y nos damos cuenta de que vamos hacia unas montañas nevadas increíbles, carretera poco habitada, aún no me he ido y ya quiero volver.
La subida al puerto de Mijares – así como su descenso – es un recorrido de curvas sin fin, dejando atrás unas vistas realmente espectaculares. Aunque muy poco transitada y en buen estado, por su estrechez la carretera no incita a las prisas y si a la contemplacion y alguna parada.
Llegamos a la Venta del Obispo, tres casas en una intersección de carreteras, pero su fama habla por sí sola. Nuestra intención era comer allí, origen de tantas peregrinaciones motociclístico-gastronómicas, pero eran las cuatro y media y al hambre la rebasamos hace ya unos cuantos kilómetros, así que continuamos camino tras eso sí, regalarnos un cafetito para animarnos un poco. Dejando a los lugareños disfrutando de una partida de cartas y unas mejillas entre ligeramente rosadas y manifiestamente amoratadas, nos quedó patente la atracción que esta zona tiene para las motos. Un buen número de ellas se agrupaba en torno al restaurante y no paraban de llegar y pasar más. Incluso oí que uno de los que se iba les comentaba al resto que tenían que estar en hora y media en el estadio Santiago Bernabéu porque tenían entradas para un partido. Tú verás, no sé si verán el partido, pero de lo que estoy seguro es que no van a ver el paisaje que yo acababa de disfrutar.
Izquierda: Arenas de San Pedro es uno de esos destinos preferidos por los amantes de las curvas y el disfrute gastronómico. La costumbre está asentada con el paso del tiempo hasta el punto de llegar a aparcar las motos de los comensales en la misma terraza de los establecimientos hosteleros.
No hay problema con éso creía yo, pero empieza a haberlo por lo visto. Vamos hacia Arenas de San Pedro, con lo que hay que pasar por el bendito y renombrado Puerto del Pico, así que nos ponemos en camino por unas largas rectas. Vamos tranquilos a 120-130km/h, cuando un pitido salvaje y crudo me asalta y me hace sangrar el oído. Un individuo con una CBR 600 RR y una carencia evidente de vergüenza y de db-killer nos pega una pasada y me asusta realmente porque ni lo vi venir. Al tipo con paquete en el colín le siguen otros tres RR, el último de verde y con Kawa – es lo único que conseguí ver, tras acordarme de sus familiares más cercanos y una vez pasado el susto, me encuentro con que están parados en la cuneta unos pocos cientos de metros más adelante como esperando a alguien o buscando a sus padres, aún no lo sé, así que sigo. Pero antes de llegar al inicio del mentado puerto vuelven a adelantarnos de nuevo de manera brusca y descuidada pero muy fardona los mismos tres tipos, esta vez con la diferencia de que de frente venían dos motos de la Benemérita, lo que me alegró porque pensaba que les pararían por saltarse la línea continua.
“Puerto de Mijares 1570 m”, reza la cumbre coronada por un asfalto cubierto de pintura con motivo de los eventos ciclistas que suele albergar la zona. Durísima coronación y no menos difícil su descenso. El cambio de temperatura es muy notable a esas alturas.
Una de las atractivas actividades que nos ofrece el valle del Tiétar es seguir el recorrido de las gargantas y ríos que nos llevarán por entornos olvidados ya sea a caballo, en bicicleta o a pie.
Otra vez nervioso, continuamos por el puerto bajándolo hacia Mombeltrán, que promete ser muy divertido pero será en otra ocasión, ya que el tráfico enorme de motos lo hacía recorrer a trompicones, pendiente de que alguien de frente nos señala que sube la Guardia Civil, que el otro nos quiere adelantar porque le estorbamos, que Stoner viene de frente etc. Con lo que al llegar abajo decido parar y hablar con mi pareja. No pasa un minuto cuando comienzan a venir verdaderas oleadas de motos como bandas de “outlaws” chungos pero pluridisciplinares: Harleys, japos, deportivas, turistas, naked. Y escucho a un piloto preguntar a un local algo sobre que dónde hay una comisaría, lo que me hace pensar que en ese ambiente debe estar a la orden del día piques, caídas o qué sé yo, más buena fama para los motoristas. Pero de nuevo, el unirme a uno de esos largos grupos de motos variadas me devuelve la fe en la humanidad motociclística cuando atravesamos pueblos con ese grupo de grandes desconocidos y la gente se para a saludarnos.
Las diferencias entre ambas caras del puerto de Mijares son manifiestas: asfalto, vegetación, temperaturas y panorama cambian en apenas unos metros al cruzar el punto más alto del monte.
El grupo se va disipando y quedamos siguiendo a quien debería ser un local debido al conocimiento de las curvas, divertidas y rápidas, que se nos escapaba poco a poco pero sin remisión.
Así alcanzamos Arenas de San Pedro, destino de veraneantes y lugar de paso una vez más de decenas de motos. De allí salimos hacia Candeleda, un pequeño pueblo cercano a nuestro destino. Las carreteras empeoran aunque no el paisaje. Llegamos sobre las nueve de la noche, la ducha nos llama a gritos, la cena y ese merecido descanso que ansiábamos.
La Sierra de Gredos permite disfrutar de la naturaleza de muchas maneras: ciclismo de montaña, treking, equitación, gastronomía, montañismo, o el término técnico de un paseo: paisajismo. Así que tras haber aceptado varias de esas invitaciones, el domingo con gran pesar en el alma y con la promesa de volver, nos ponemos camino a casa.
Comemos en Arenas de San Pedro y por cambiar nos dirigimos al Puerto de Mijares en lugar del del Pico, unos doscientos metros por debajo.
El camino a Mijares se nos hace un poco largo y más aún cuando por una confusión en la señalización nos dirigimos hacia Piedralaves en vez de a Casavieja, un error de un buen montón de kilómetros que nos derrota un poco y nos hace pensar en cambiar de ruta. No obstante somos fuertes y constantes y volvemos hacia el pueblo de Mijares, bastante desangelado, y continuamos hasta el punto más alto.
Frío, viento, soledad e impresionantes vistas. Vámonos, que no queremos que nos caiga la noche por esta zona, paisaje de grandes peñas asomadas a la carretera y pequeñas cascadas nacidas a base de desgastar roca, se asoman al alcance de la mano desde la carretera. Curvas, curvas y más curvas ratoneras que ya hacen mella en las muñecas, la vista y las lumbares. Llegar a Burgohondo nos sabe a triunfo, tomémoslo con calma, un refresco, un descanso y ahora seguimos.
El camino hacia Madrid lo recorrimos con poco acierto por San Martín de Valdeiglesias, carretera en obras, cae la noche, atasco digno de puente en gran ciudad, pero llegamos sanos y salvos y a buena hora. Parecía que las latas jamás iban a salir de allí, casi nos hace olvidar la espectacularidad de la naturaleza que dejamos atrás. Volveremos, seguro.
Esa ruta me la hice yo en agosto saliendo a las 7 de la mañana.Hasta Plasencia y vuelta en el día.Eso si, salvo para sopa, cigarrito y el Monasterio de Yuste, pocas paradas y muy rápidas.Además iba solo XDXDXD